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miércoles, 12 de noviembre de 2014

Milmanda 2008

Feliz miércoles,

El primer vino blanco tranquilo que catamos en este vuestro blog fue un Milmanda 2006, y ya entonces os avisé de que tenía uno del 2008 esperando su momento. Ese momento llegó ayer, cuando mi madre y yo nos lo bebimos mano a mano junto a unas judías del Barco de Ávila con almejas, qué ricas.

¿Qué celebrábamos? Que mi fabuloso perro llegó hace diez añazos a nuestras vidas, encontrado por mi hermana debajo de un coche con tan solo dos meses, abandonado por unos desaprensivos. Afortunadamente su vida desde entonces ha sido tan buena como los de su entorno (sobre todo yo, que hemos vivido siempre juntos, pero también mi familia) hemos podido proporcionarle.

Esta foto es de cuando ya tenía cuatro meses. Llegó incluso más pequeñito y desvalido, el pobre. Era todo ojos y barrigota.


En fin, que me lío a hablar de mi perro, se me cae la baba y me voy por los cerros de Úbeda. Volviendo al vino, os decía que un Milmanda fue el primer blanco tranquilo que catamos; y un Milmanda va a ser el primer vino que catemos en dos añadas diferentes en dos entradas diferentes.

Un vino no es únicamente el que diga su nombre: detrás lleva un apellido, y ese apellido es la añada. En el caso de los vinos de mayor renombre, las añadas excelentes pueden llegar a costar más del doble que las añadas mediocres, pese a que (aparentemente) todo sea igual. Pero no, no todo es igual: el clima de ese año, las plagas, la vendimia y otros factores pueden suponer estar ante vinos radicalmente diferentes. Así que, como hoy veremos, no es lo mismo (aunque a primera vista lo pueda parecer) un Milmanda 2006 que un Milmanda 2008. Os emplazo a revisar aquella entrada, aunque en esta compararemos, por supuesto.
Un primer detalle es que el 2006 lo caté cinco años después de su salida al mercado; el 2008 ha esperado un año más, seis en total. Milmanda es uno de los blancos españoles con mayor potencial de guarda, y veremos si supone una diferencia importante ese año de diferencia.

Milmanda 2008
Miguel Torres SA
DO Conca de Barberà
13,5%
Catado el 11 de noviembre de 2014.
  • Dorado intenso, limpio, denso, de capa media.
  • Anís, vainilla, pimienta blanca, flores blancas (camomila, acacia), granos de mostaza, lemon curd.
  • Suave, envolvente, todavía fresco. Una nota pungente que recorre desde el principio y se va intensificando hasta el prolongado y tánico final, nota que dura incluso tiempo después de tragar. Muy interesante.


El color es prácticamente idéntico en ambos casos, por ahí no hay diferencias evidentes. Bien.

En nariz hay esencias del vino que se mantienen fijas, tales como los aromas de anís y pimienta blanca; pero en el 2008 aparece una serie de notas florales que no se percibían en el 2006 y también un toque muy interesante y poco habitual: aroma de mostaza en grano. A cambio, han desaparecido las fragancias golosas (miel, carne de membrillo).

La mostaza que se percibía en nariz se compagina perfectamente en boca con la pungencia tan llamativa que hay en la añada 2008 y que no estaba en la 2006. Sin embargo, en ambos casos el vino se muestra envolvente, fresco pese a sus años y con taninos elegantes (os recuerdo que es un blanco con barrica).

Solo puedo recomendaros que, si los cuarenta pavos que cuesta no os resultan prohibitivos, os hagáis con una botella y seais pacientes (o que busquéis algún lugar de confianza donde tengan añadas antiguas y sepáis que las han conservado bien). No es difícil de encontrar, Torres tiene una distribución muy potente. Un último aviso: es un vino para tomar mientras se come, no para beber solo, porque podría llegar a cansar (es bastante complejo).

Muchas gracias por vuestra atención. Abrazos y besos.

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