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lunes, 5 de mayo de 2014

Westvleteren 12

Como ya os contara muy al principio, cuando catamos la Westmalle dubbel tanto en formato de 33 cuanto de 75 cl, soy un enamorado de las cervezas trapenses. Además, tengo la suerte de viajar todos los años a Bélgica (mañana vuelo otra vez hacia allí) y puedo visitar muchos de los monasterios en que se elaboran. Hoy os hablaré del más elusivo de todos ellos, el que hay en el pueblecito de Westvleteren.

Cerca de Kortrÿk (Cortrique, creo que se dice en español), donde se libró una muy cruenta batalla durante la gran guerra, está Vleteren que, a su vez, se divide en dos: oriental y occidental. El oriental se denomina Oostvleteren y el occidental Westvleteren.
Este molino tan bonito está en Oostvleteren, por donde pasamos camino de Westvleteren.


En ambos se elaboran muy buenas cervezas, pero es en el segundo donde está la abadía de San Sixto, en la que los monjes elaboran cerveza y paté para autofinanciarse. Como sus necesidades son pequeñas, la producción también lo es; tanto que no venden sus productos salvo a pie de monasterio, en una taberna aledaña al mismo. Mirad qué majo el monasterio (el de la puerta es un servidor).


Los precios son muy razonables (la cerveza que hoy nos ocupa cuesta 4,5€); sin embargo, si queréis probarla y no tenéis la suerte de pasar por allí tendréis que pagar bastante más. Por Internet ya cuestan el doble como mínimo, y en las tiendas españolas incluso el triple, eso suponiendo que la tengan. La razón es simple: hay que mandar un camión hasta Bélgica, comprar la cerveza (y no toda la que se quiera, sino la que vendan, hay un tope) y volver a España. Lógicamente, todo esto encarece mucho. Tenemos la suerte de ser todos Unión Europea: tengo entendido que en Norteamérica se llegan a pagar 100$ por una botella de 33 cl, y eso que son botellas sin etiquetar (la información obligatoria viene toda en la chapa, si veis alguna etiquetada no ha sido en la abadía sino por el distribuidor).

Vamos a lo que nos ocupa, la cata de la cerveza. Se trata de una cuádruple, es decir, más potente que una doble y que una triple (las cuádruples acostumbran a pasar del 10% de alcohol) y de color tostado oscuro. Esta cerveza termina frecuentemente siendo elegida la mejor del mundo en muchas listas (Beer Advocate, RateBeer, etc) por lo que merece la pena que paguéis 13 o 15 pavos si la encontráis en alguna tienda especializada, en serio. Seguro que si os lo pensáis no quedará al día siguiente ni una botella.

Westvleteren 12. Cerveza trapense belga cuádruple. 10,2%
  • Marrón oscuro turbio. Muy cubierta. Crema abundante color hueso (beige).
  • Miel, brioche, chocolate negro, hierba cortada, cáscara de naranja, una nota láctea...
  • Carbónico elegante en el ataque. Dulzona, pungente, con un final suavemente amargoso en el que aparecen notas de limón confitado y chocolate. Genial.
In de Vrede, la cervecería anexa al monasterio. La cerveza de la izquierda es la blond, la de la derecha la cuádruple que acabamos de catar en esta entrada. En el centro está el paté (más bien un pastel de carne) que también elaboran los monjes. En primer plano, las chapas de todas las cervezas: Westvleteren blond (verde), Westvleteren 8 (azul) y Westvleteren 12 (amarilla). Qué bien lo pasamos ese día mi padre y yo.


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