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viernes, 9 de mayo de 2014

El corcho en el restaurante

Buenas,

Al final he logrado acceder desde el hotel al blog, de modo que os mantendré informados. Las sesiones expiran cada dos por tres, el teclado es odioso, me cuesta horrores encontrar la mitad de las letras y poner tildes es casi imposible, pero por vosotros atravesaré procelosos océanos si es necesario, tanto os quiero. Llevo ya tres jornadas para lo que me suele costar una, pero sigo. A ver si lo logro.

Vamos a hablar hoy del corcho, que es un tema que da para bastante, por lo que me centraré en qué debemos hacer cuando el sumiller o camarero nos lo dejan tras haberlo retirado de la botella, aparte de poner cara de locos y asentir como tales para que nos sirva el vino sin ponernos en mayores aprietos.

En el restaurante el corcho nos lo dejan los buenos profesionales (tras descorchar siempre delante de nosotros para estar seguros de que no nos dan gato por liebre) como muestra de confianza en la pericia del sumiller (no rompe el corcho ni lo perfora por completo) y en la calidad del vino, ya que el corcho es un chivato que nos da cuenta de potenciales problemas. Es importante tener presente que no revela virtudes, solo potenciales defectos, por ejemplo:

  • La zona coloreada por el vino debe limitarse a la base del corcho, que es una barrera entre vino y aire, el gran enemigo que oxida y envejece prematuramente el vino (o lo que sea). Si hubiera vetas de vino subiendo hacia el otro extremo del corcho, tened cuidado, sobre todo si alguna de ellas ha alcanzado dicho extremo, en cuyo caso vino y aire han coincidido.
  • Si en la base del corcho aparecen cristalitos sabed que son tartratos, unas sales formadas al precipitar el ácido tartárico. Esto significa que ese ácido no estará en el vino (claro; ahora está en el corcho) y que, por tanto, puede faltarle acidez.
  • Si por el corcho veis manchas grises o verdosas, o pelitos, son hongos, y eso tampoco es bueno. Igual que cuando le salen a la fruta, en principio es algo chungo e indica que el vino se puede haber estropeado completamente.
  • Si el corcho no tiene solidez sino que se desmenuza nos indicará que lleva demasiado tiempo tapando esa botella y han flaqueado sus fuerzas. Puede que no haya cumplido su función aislante o que algunos trocitos hayan terminado en el vino.
  • Si os habéis fijado, hasta ahora todo es relativo a la vista: en el restaurante el corcho hay que mirarlo. Solo tras comprobar los puntos previos y ver que el vino parece no estar oxidado, ni falto de acidez, ni con moho o restos de corcho; solo entonces lo huelo. Y no lo huelo para poner cara de entendido y decir en voz alta algo del tipo "qué buen aroma a cacao", porque para eso ya oleré el propio vino; no, lo huelo para lo mismo que lo miraba: para detectar potenciales problemas, en este caso un olor avinagrado, indicación de un vino seguramente picado.
Bien, tras estos puntos, en los que hemos aprendido que el corcho en el restaurante me chiva potenciales defectos, quiero hacer hincapié en esa palabreja que todo el rato ha estado apareciendo en estos párrafos: potencial. El corcho me chiva potenciales defectos, cierto, pero siempre he de comprobar en el propio vino si esos defectos han llegado a materializarse. Por eso después de darme el corcho me sirven un buchito: para verificar si el vino es o no correcto. Nunca descartamos un vino por problemas presentes en el corcho, aunque nos pongamos alerta y sepamos, gracias a él, qué defectos pueden aparecer. Si, tras catar el vino, es correcto, nos lo quedamos -por muy deteriorado que pudiera estar el corcho. Es más: puede ser la risa tener un vino formidable tapado con un corcho terrible, da para una anécdota estupenda.

Bien, me ha costado horrores, pero parece que he terminado esta entrada desde el ordenador de Sint Niklaas. Ojalá os guste y sirva.

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