Podéis acusarme de lusófilo, y me declararé culpable. Portugal me gusta mucho y voy cada vez que puedo, y últimamente me estoy dedicando mucho a sus vinos. Debo decir, empero, que hay un motivo añadido: tengo muchas fotos de los lugares en qué conseguí dichos vinos, por lo que puedo enriquecer la entrada y hacerla más amena para todos vosotros que limitándome a catar un vino de un sitio en el que no haya estado.
Además, considero que los vinos portugueses son una maravilla desconocida, con una calidad excepcional que no tiene nada que envidiar a los vinos españoles, franceses o italianos, y con la ventaja añadida de resultar mucho más económicos (sobre todo que franceses e italianos, que suelen ser francamente caros). Dicho esto, vamos a catar un vino que compré en mi segunda visita a Sintra.
Sintra es una pequeña población cercana a Lisboa que parece sacada de un cuento de hadas. Además de haber sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es un tesoro escondido relativamente cercano a nuestras tierras y que tiene en cada rincón algo que visitar. Lo más famoso de todo es el Palácio da Pena, un palacio decimonónico romántico flipante que debemos al empeño del rey consorte Fernando II (de Portugal, claro). El palacio es como cuatro en uno, una especie de película de dibujos animados hecha realidad. Mola mil.
Aunque dificulta un pelín la visión del conjunto, creo que la bruma aporta valor al estilo romántico del palacio.
Otra de las visitas clásicas cuando se va a Sintra es el Castelo dos Mouros, cercano al palacio y construido por los musulmanes durante los siglos VIII y IX. Todo el castillo, y en particular su muralla, está construido adaptándose al terreno, lo que le confiere una forma orgánica, natural.
Por increíble que os parezca, esta foto está tomada el mismo día que la anterior. En esta zona la niebla va y viene en un santiamén.
Por cierto, desde el castillo se tienen unas vistas espléndidas de la urbe de Sintra. Como muestra, un botón:
Aunque quizás me termine extendiendo un tanto en este panorama turístico sintrense, no quiero dejar de hablaros de la Quinta da Regaleira, otro lugar romántico impresionante, en el que disfruté como si fuera un niño (es más, creo que si vais con críos debería ser el primer lugar al que encaminaseis vuestros pasos). Lo que más merece la pena, a mi juicio, son los jardines, llenos de detalles (muchos de ellos ocultos). Grutas, cascadas, laberintos, pasadizos, estatuas escondidas... un pasote.
Aquí me tenéis en un lugar que ilustra perfectamente lo que os contaba: en los jardines, al salir de un pasadizo escondido, nos encontramos con que la única vía para atravesar el lago en el que desemboca una cascada son esas piedras dispuestas estratégicamente. No me digáis que no es la bomba.
Bueno, creo que ya os habéis hecho una idea de lo maravillosa que es Sintra. Id. Volved. Llevadme.
En esta última visita que hice (han pasado ya cuatro años, cómo vuela el tiempo), compré un vino en una tiendecita de la plaza de la República; se trata de un vinho regional de Lisboa, 100% aragonêz (recordaréis que ese es el nombre que recibe la tempranillo por aquellos lares; por alguna razón en esta bodega no le ponen el acento circunflejo) con seis meses de crianza en barrica de roble francés. A catarlo:
Sanguinhal aragonez 2006
Companhia Agrícola do Sanguinhal, Lda.
VR Lisboa
13,5%
Catado el 30 de junio de 2010.
- Rubí abierto con ribete cardenalicio.
- Relativamente sencillo, pero con personalidad: frutas rojas (granada), regaliz, vainilla.
- Ligero, bien ensamblado. Taninos nobles. Persistencia media, con notas de oliva negra.
Como me suele suceder con estos vinos catados hace tiempo, me ha tocado sacar la foto de Internet.
Eso sí, es clavado al que tomé, hasta en las pegatinas de los galardones obtenidos.
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