Cuando, hace algún tiempo, hablamos de la clasificación oficial del vino de Burdeos de 1855 os anuncié que alguno de los vinos mejor clasificados sería catado aquí. Pues bien, ese día ha llegado, y el afortunado es el único blanco del grupo: Château d'Yquem (concretamente la añada de 1998, hace 16 años). La botella era de mi primo Pedro, y la tomamos junto a su mujer y su padre (que es mi tío, claro), acompañados por mi perro, en una velada muy agradable.
La botella antes de ser abierta. Las etiquetas estaban manchadas, pero se puede leer la información aún.
Este château es el más famoso de cuantos hay en Sauternes, un pueblecito cercano a la ribera del Garona y a la de su afluente, el río Ciron, cuya temperatura es inferior a la de aquel, algo que favorece la aparición de neblinas por las noches y primeras horas de la mañana. La humedad se deposita en las uvas de la zona y favorece la aparición de un hongo, Botrytis cinerea, causante de una enfermedad de las uvas conocida como podredumbre gris. Normalmente este hongo destruiría la cosecha; pero en Sauternes el sol de mediodía disipa la niebla y seca las uvas y los hongos, impidiendo esta destrucción y posibilitando la llamada podredumbre noble, una vertiente más suave de la enfermedad que ayuda a desarrollar unas características maravillosas en el vino que saldrá de esas uvas, por ejemplo una mayor concentración de azúcares (vinos abocados) y unos aromas únicos. Este proceso se denomina "botritización" en el mundillo enológico.
Las uvas botritizadas (de las variedades sémillon y sauvignon blanc en este caso) están pasificadas por efecto del hongo y del sol, por lo que su rendimiento en litros de mosto es mucho menor. Esto encarece el producto, lógicamente, como también el que las uvas se seleccionen manualmente (una a una) para que solo las mejores formen parte del vino. Además está el hecho de asociar Yquem con prestigio, por lo que no pueden bajar de cierto coste sin perder caché. Todo esto da lugar a vinos muy caros, y con grandes variaciones entre añadas normales y añadas excepcionales. La de 1998 se considera una añada normal, y cuesta unos 250 pavos. Las excepcionales pasan de los mil tranquilamente.
El Yquem es uno de los vinos con mayor potencial de envejecimiento del mundo. Puede durar, en buenas condiciones, más de un siglo sin estropearse. Hay quien dice que con menos de 25 años no debería beberse, por lo que al nuestro le faltaban al menos nueve todavía. Con todo, ya veréis, resulta excepcional.
Château d'Yquem 1998
Château d'Yquem
AOC Sauternes
13,5%
Catado el 26 de noviembre de 2014.
- Amarillo dorado muy intenso, abierto y profundo.
- Intensidad aromática elevada. Es un vino que evoluciona en la copa, casi como si tuviésemos dos vinos diferentes: uno el recién servido, muy empireumático (vinilo, caucho, pasta Magic Balloon*) y otro cuando ha pasado cierto tiempo en la copa y se ha aireado, mucho más afrutado (naranja licorosa, melón pasado, caramelo duro de limón, mermelada de melocotón, orejones de albaricoque, chirimoya, membrillo, mermelada de ciruela). Muy complejo y sutil.
- En boca es impresionante. El ataque es dulzón sin resultar empalagoso, con textura muy suave y muy grasa (recubre toda la boca). Tiene mucha frescura, que ayuda a equilibrar el dulzor incluso a temperaturas algo elevadas. Los taninos son magníficos, sobre todo teniendo en cuenta que estamos ante un vino blanco. Finalmente, la persistencia es elevada, y por vía retronasal aparecen unas notas clarísimas de mermelada de naranja amarga.
*Magic Balloon es una marca comercial de unos sprays que había hace algunos años y que permitían hacer globitos instantáneamente. Esos globitos secaban al aire y podías jugar un rato con ellos. La cuestión es que tenían un olor muy particular, que está presente en este vino. Como una imagen vale más que mil palabras, ahí os dejo una foto que encontré en Internet:
Venga, continuamos con el Yquem. Y, como acabo de decir, una imagen vale un potosí, de modo que os dejo otra para poneros de nuevo en situación:
La botella después de servir la primera ronda. Os he puesto la hoja blanca detrás para que apreciéis bien el color dorado del vino. Para sacar corchos antiguos suelo utilizar un sacacorchos como el que veis en la foto, que evita desmenuzarlos al no perforar.
Vamos con el maridaje: el canónico y celebérrimo es con foie gras (no con paté, sino con el hígado entero de pato). Esta exquisitez tiene un inconveniente moral muy grande, ya que el modo de cebar al animal para provocarle hepatomegalia implica su sufrimiento, razón por la que está prohibida en casi una veintena de países. Debo reconocer que he comido foie gras tres veces en mi vida, la tercera de las cuales ha sido precisamente para maridar con este vino.
Siendo verdad que el maridaje es sorprendente y que el vino y el foie se convierten en algo nuevo, también os voy a decir lo siguiente: el maridaje que más me ha convencido es el que llegó a continuación, y que también es canónico: un buen queso roquefort. Alucinante, ahí sí que se aprecia la sinergia entre vino y queso, dando como resultado una experiencia organoléptica que es superior a la suma de las partes. Os la recomiendo vivamente: también es canónica, el resultado es incluso superior y no tiene controversias morales.
El queso de la izquierda es un magnífico roquefort, el que más os aconsejo para maridar con este vino.
El de la derecha también maridaba excelentemente, aunque sin llegar a las mismas cotas. Se trata de un gouda con trufa blanca.
Podéis apreciar que dimos buena cuenta del vino: la botella está vacía y ya solo queda en las copas. Y también podéis apreciar lo bien que se camufla mi perro entre las sombras.
Muchas gracias por vuestra atención, espero que hayáis disfrutado. Besos y abrazos.
Mmmmmm ¡Qué pinta tiene todo!
ResponderEliminar