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miércoles, 16 de diciembre de 2015

Glenfiddich 12

En el mundo del whisky tenemos, por una parte, los de batalla, destinados a mezclar y convertirse en güiscolas y similares y, por otra, los mejorcitos (por así llamarlos) que se suelen (o al menos se pueden, cosa que los de batalla no) beber tal cual o mezclados simplemente con agua.

En esta segunda facción (los mejorcitos) tenemos, a su vez, dos grandes grupos: los blended y los single malts, es decir, los mezclados y los puras maltas. No seré yo quien diga que unos u otros son mejores, porque he encontrado ejemplos maravillosos de ambos, varios de los cuales están en Bebercio.

En el apartado de los single malts, la clave estriba en que únicamente se emplea malta (normalmente malta de cebada, pero podría ser de otro cereal) y de una única destilería (antaño existía la categoría pure malt, que era también a base únicamente de malta pero de varias destilerías; no sé si me seguís u os habéis perdido ya).

¿Por qué os cuento todo esto? Pues porque una de las destilerías más implicadas en el desarrollo y establecimiento del single malt whisky es Glenfiddich, cuya referencia básica vamos a catar hoy. Y es que según su embajador global (sea eso lo que fuere), Ian Millar, "Glenfiddich creó lo que hoy se conoce como la categoría single malt", ahí es nada. Y parece que también es el single malt más vendido del mundo. Que no digo yo ni que sí ni que no, solo que durante mi infancia en España he tenido asociado este whisky a una categoría especial, al menos en lo que uno veía beberse a sus familiares más o menos cosmopolitas, fueran estos padres o tíos o primos mayores.

Así pues, vamos ahora a catar todo un emblema de mi infancia, ese brebaje mágico prohibido a los menores y que los mayores solo sacaban en ciertas ocasiones especiales para agasajar a los invitados (o, de vez en cuando, para pimplar una tarde cualquiera ellos solos, las cosas como son), esa botella aromática (porque del sabor nunca supimos nada) que venía en caja de metal (caja formidable que luego se guardaba para meter muñequitos de Famóbil/Playmobil o piezas de Tente/Lego). En la caja y en la etiqueta aparece la imagen de un ciervo macho, con astas de entre cuatro y siete puntas según representación (Glenfiddich significa "valle de los ciervos" en gaélico escocés).

El que hoy catamos es, como os he dicho, el básico de la casa, envejecido 12 años en botas jerezanas que previamente han contenido oloroso. Por cierto, la compañía productora, William Grant & Sons, sigue siendo una empresa familiar independiente, algo llamativo en la era de las megacorporaciones multinacionales globalizadas.

Glenfiddich 12
William Grant & Sons
Speyside Single Malt Scotch Whisky
40%
Catado el 14 de diciembre de 2015.
  • Color trigo claro, turbio y graso.
  • Aromas de campos sembrados de trigo, caramelo acídulo, hierba recién cortada y hortalizas dulces (zanahoria, calabaza).
  • Graso y potente, con paso fresco y umami. Persistencia media-alta.
No es caro: cuesta unos 25€ (la botella de 70 cl).




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