El acceso a la Sint-Sixtusabdij en Westvleteren.
Os recuerdo que esta abadía produce tres cervezas, todas ellas llamadas como el pueblo donde se elaboran (Westvleteren, esto es, Vleteren occidental) en Flandes, Bélgica. Si el nombre es común a todas, no así el apellido: están la blonde, la 8 y la 12. Esta última, que ya hemos probado, es una cuádruple; la 8 no termina de responder a ninguna etiqueta particular: no es una triple, no es una doble, no es una rubia belga clásica... Muchos han optado por denominarla "ale belga fuerte", que es un cajón de sastre con el que estoy bastante de acuerdo para esta ocasión.
También os recuerdo que los monjes solo venden la cerveza al pie de la abadía, ya sea en esta misma o en la cervecería que hay justo enfrente, llamada In de vrede ("A la sombra"... de la abadía, claro). Si uno quiere comprar allí alguna de ellas, ningún problema: cuestan algo más de cuatro pavos. Pero si uno quiere conseguirlas en otro lugar... buena suerte. La única opción es que alguien haya ido allí, haya comprado (y hay un tope estricto, así que no puedes llegar con un camión y llevarte una tonelada) y la venda después. Este proceso encarece el producto, lógicamente.
La 12 ha llegado a ser tan famosa (muchos la toman como la mejor del mundo) que se ha vuelto relativamente sencilla de encontrar, sea en tiendas especializadas o en Internet. Con las otras ya es otro cantar, aunque si la fama de esta abadía sigue creciendo terminará ocurriendo igual. Eso sí, el precio al que se encuentran se multiplica: en España puede triplicarse, pero en otros continentes la cosa es exagerada y se llega a centuplicar.
De la 8 tenemos dos catas, para poder comparar, como nos gusta. La última vez que estuve por la abadía tuve la precaución de comprar media docena, con la intención de envejecer al menos la mitad. ¿Por qué? Porque tengo la clara impresión de que es una cerveza de guarda que va a mejorar increíblemente con el paso de los años. Os emplazo por aquí dentro de unos cuantos a contrastarlo.
Westvleteren 8. Cerveza trapense belga. 8%
Catada el 7 de mayo de 2016 (1ª cata):
- Marrón oscuro con irisaciones rojizas y crema beige.
- Intensidad aromática media-baja: miel, violeta, dátil, pruna. También salsas de tomate y de soja.
- Punzante, de cuerpo medio. Equilibrada, sin dulzor alguno. Paso medio o, incluso, rápido. Final amargoso persistente. Habrá que envejecerla.
- Hígado turbio, muy cubierto, con crema beige curiosamente poco duradera.
- Intensidad aromática media-baja: melón (qué curioso), chocolate con leche, caramelo, fresa, ciruela pasa, croissant. Regaliz, cereza, pasas.
- Carbónico suave, buen frescor. Paso elegante, con notas umami. Discreta pero de persistencia elevada. Retronasal con notas de fresa y granada. A ver con el tiempo.
En nariz la intensidad es siempre relativamente baja, y se repiten ambas veces las notas de frutas deshidratadas, particularmente las prunas (que son las únicas que aparecen tal cual las dos veces, caramba). Las notas golosas son constantes, ya sean en forma de miel o de chocolate con leche, y las frutas rojas también se repiten: ora tomate, ora fresa y cereza. Parece que con el tiempo se vuelven más golosas. El caso es que se va notando la evolución en tan solo dos meses, imaginaos en un año o más.
En la fase gustativa hay alguna coincidencia más: no es la bomba en boca, no resulta ni dulce ni particularmente amarga; el paso es discreto pero elegante y el final, contra pronóstico, es muy largo. En ambos casos la idea es envejecerla, porque promete, como ya os decía, mejorar mucho. Tengo unas cuantas durmiendo el sueño de los justos para demostrarlo. Al tiempo.
¡Un chulazo! Y bebiéndosela in situ, en la cervecería In de vrede, qué fiera. Esto corresponde a la primera cata.
Servida en su copa y a partir de su botella original que, por cierto, no tiene etiqueta: toda la información viene en la chapa, que podéis ver también. Si ampliáis lo comprobaréis. Esta foto corresponde a la segunda cata.
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