La tumba de Wellington en la catedral de St Paul, Londres. Pedazo fotógrafo estoy hecho.
El caso es que Wellington le ha cedido su nombre a infinidad de cosas. Por supuesto, a la capital neozelandesa, en las antípodas españolas; pero también a elementos más prosaicos, como el filete Wellington, una bomba calórica consistente en lomo de vacuno con paté y salsa duxelles envuelto en hojaldre. Ligerito. Hay versiones vegetarianas, por cierto.
Otro préstamo gastronómico lo encontramos en el palo cortado de las sanluqueñas bodegas Hidalgo, tanto en su versión VOS (la que hoy catamos, con un mínimo de 20 años) cuanto en la VORS (mínimo de 30 años). Demostrando ecuanimidad, estas bodegas denominan Napoleón a su amontillado VORS.
Palo cortado Wellington VOS
Bodegas Hidalgo - La Gitana SA
DO Jerez-Xérès-Sherry
17,5%
Catado el 2 de septiembre de 2016 (1ª cata):
- Ámbar anaranjado, limpio, con reflejos verdosos. Gran lágrima.
- Frutos secos (nuez, avellana), pan de hogaza, yodo, salchichón. Boletus edulis, naranja amarga.
- Potente y muy salino. Seco, con buen umami y buena acidez. Muy largo.
- Color avellana ambarino, abierto y limpio.
- Intensidad aromática muy alta: avellana, cacao, yodo. Una nota de 4-etilfenol*. Salazón (salchichón).
- Potente, salino, con acidez media. Paso umami y metálico. Poco tanino en el final de persistencia elevada, con reminiscencias de salchichón una vez más.
En la etiqueta podéis ver un retrato del duque que le da nombre al vino.
Y en primer plano, a Loxa haciendo cabriolas.
Vamos a comparar ambas catas (ya sabéis que nunca repaso la primera al hacer la segunda, para tratar de evitar sesgos en la medida de lo posible).
El color es ambarino, la capa abierta y limpia. La nariz, intensa, muestra notas constantes de avellana, yodo (os recuerdo que la bodega está en Sanlúcar de Barrameda y la brisa marina se hace notar) y, cosa curiosa, salchichón (del bueno, claro). Este punto hace obvio el maridaje con chacinas y, particularmente, con salchichón, claro. En boca siempre se muestra potente, salino, con una nota umami marcada y persistencia elevada. Conclusión: estupendo.
* El 4-etilfenol, del que solo me percaté en la segunda cata, se suele considerar un defecto que da olores medicinales y que deriva de la contaminación por Brettanomyces. No obstante es habitual en muchas cervezas y güisquis y no nos solemos dar cuenta o hasta lo apreciamos positivamente (siempre y cuando no se superen ciertos umbrales). Quiero dejar claro que aquí no estropeaba el conjunto en absoluto, y que os recomiendo el vino con creces.
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