En esta ciudad, justo en la orilla de la boca del río y mirando a Doñana, está el barrio pesquero de Bajo de Guía, en cuyo restaurante más célebre, reconocido con la distinción Bib Gourmand de la Guía Michelin, vamos a detenernos.
Barcas dormidas en la playa de Bajo de Guía; otras ancladas en el Guadalquivir. Al fondo, el coto de Doñana. La foto es de este martes pasado, ni una semana tiene.
Pues bien, en 1951 el señor Fernando Bigote abrió un despacho de manzanilla en Bajo de Guía, y le puso el nombre de Casa Bigote (bastante comprensible). Años después, sus hijos empiezan a dar comidas, y terminan transformando y expandiendo el establecimiento, abriendo un restaurante aledaño, aunque la barra se mantiene en su lugar, que es la taberna.
Se puede comer en cualquiera de los dos, aunque el color más auténtico está en la taberna, claro; sobre todo en alguna de las botas (las barricas del Marco de Jerez, de algo más de 500 l) que habilitan como mesitas frente al Guadalquivir. La carta del restaurante es más amplia; la barra de la taberna, por su parte, permite tomar medias raciones y tapas, pudiendo así degustar un mayor número de platos (que es lo que este humilde bloguero hace siempre, por supuesto).
Los toldos cobijan las botas transformadas en mesitas de que os hablaba, sitas en primera línea, entre la playa y la taberna, a la que también se puede acceder desde la callecita que se ve en la imagen, donde está el cartel anunciador.
Por cierto, junto a los tres paisanos podéis ver a mi fabuloso perro Canis, que siempre disfruta lo que no está escrito cuando vamos a la provincia de Cádiz.
Aquí tenéis la fachada del restaurante, también en primera línea de playa, y al ladito de la taberna.
Los platos fundamentales a los que debe Bigote su fama se pueden tomar en cualquiera de los dos establecimientos, restaurante o taberna, por supuesto. Y entre estos platos destacan, brillando con luz propia, los fabulosos langostinos sanluqueños, de los que hablaremos en un momento. Pero antes, mirad qué maravilla de barra:
La barra original, decorada con lo que la corriente arroja a la playa. Atención al cráneo de cetáceo.
Detrás de los grifos de cerveza se aprecian varias barricas para despachar generosos, origen del local.
Venga, vamos a comer, que noto cómo se os hace la boca agua. Y empezamos a tope:
Qué preciosidad: langostinos de Sanlúcar cocidos. También se pueden pedir a la plancha, pero lo tradicional es tomarlos cocidos. Grandes, carnosos y, sobre todo, muy sabrosos.
Puedo deciros sin temor a exagerar que no los he probado mejores, y he probado un rato largo. Atención: si bien Casa Bigote no es un sitio caro, los langostinos valen un potosí: 100 € el kilo. Eso sí, se piden por unidades, así que se puede ajustar a la mayoría de bolsillos.
Por cierto, no seáis melindrosos y chuperretead bien las cabezas, que son lo más sápido del conjunto.
Vamos con las tapas, para probar el mayor número de especialidades. Aquí tenemos, arriba a la izquierda, choco rebozado ("choco" es el nombre que se da en Andalucía a la sepia o jibia. Ya sabéis que la gastronomía es terreno abonado para las variaciones diatópicas del lenguaje).
Tras el choco, una tapita de boquerones fritos, tan típicos de la gastronomía gaditana en particular y andaluza en general. Magistrales, oiga: carne cremosa que se separa perfectamente de las espinas (suponiendo que no os comáis la pieza entera, como hace un servidor).
Finalmente, tapa de cazón rebozado (Galeorhinus galeus). Se puede pedir hasta de tres formas distintas, aunque ninguna es en adobo, curiosamente (el famoso bienmesabe).
Por cierto, cada una de estas tapas cuesta tan solo dos eurípides: ya os decía que, langostinos aparte, comer en Bigote no sale caro.
Más tapas, en este caso dos elaboraciones de la misma materia prima: a la izquierda, atún mechado; a la derecha, atún encebollado. Si os gusta el atún, algo bastante habitual pues es un pescado magnífico, sobre todo de almadraba como es el caso, en Bigote lo podéis tomar de muchísimas formas: aparte de estas dos elaboraciones, lo tenéis en manteca, en pincho moruno, con aceite de ajos, salteado al amontillado, a la sal en aceite de oliva... Y eso ciñéndome solo a la carta de la taberna, porque en el restaurante hay todavía más elaboraciones, más complejas y más caras.
Almejas a la marinera: el nombre puede llevar a cierto engaño, porque se asocia con la elaboración típica gallega. En este caso se prescinde del pimentón, y el vino blanco empleado es, naturalmente, manzanilla, que le da un aroma inconfundible. Soberbias. Este plato también se sube algo de precio, aunque no una exageración, sobre todo dada la calidad del marisco: hablamos de veinte pavos.
Un lugar fabuloso en una ciudad formidable, en una ubicación difícil de mejorar. Os recomiendo encarecidamente que vayáis por allí, que lleguéis a la una de la tarde para encontrar hueco en la terraza sin problemas, que pidáis los langostinos calculando y el resto sin miramientos. Maridad con manzanilla, naturalmente; disfrutad de las fabulosas vistas y del trato cordial de los muy profesionales camareros, y no dejéis de echar un buen vistazo a la barra y su abigarrada decoración. Os garantizo que no os arrepentiréis.
Casa Bigote
Jefe de cocina: Fernando Hermoso
Calle Pórtico Bajo de Guía 10, 11540, Sanlúcar de Barrameda
http://www.restaurantecasabigote.com/
Precio medio: 25 €
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