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viernes, 28 de abril de 2017

Lúa

El número 5 de la madrileña calle de Eduardo Dato tiene una larga historia ligada al arte culinario. Tiempo atrás albergó el restaurante Zaranda, que terminaría mudándose a Baleares y siendo acreedor de una estrella Michelin. Después vino el hermano pequeño del anterior, El Zorzal, que se mudó desde la también matritense calle de San Bernardino. Finalmente (de momento) acoge otro restaurante con flamante estrella Michelin: Lúa.

El acceso al restaurante, desde la terracita que tienen puesta para poder tomarse una cervecita cuando el buen tiempo acompaña.


La distribución del local no ha variado significativamente de restaurante en restaurante, más allá de la terraza de la que os acabo de hablar. Uno entra por la escalerita (o desde el portal si se necesita un acceso sin escalones), se encuentra la barra (grifos de Estrella Galicia y 1906) y unas mesitas altas. Al fondo está la cocina y, justo antes, la coqueta bodeguita climatizada y acristalada.

Panorámica de la cocina, a la que muy amablemente me dejó entrar el chef Manuel Domínguez, a quien le mando desde aquí mi agradecimiento.


Lúa significa "luna" en gallego, y gallega es la base de la cocina de este establecimiento. Si uno se queda en la barra o en la terraza puede degustar una serie de platos a partir de la carta; si se baja al salón principal la propuesta es un menú gastronómico con producto de temporada.
 
 
El salón principal, en la planta inferior.
 
 
El menú consiste en tres aperitivos, dos entrantes, dos principales, dos postres y petit fours. Aunque suene pantagruélico las raciones están muy medidas y uno no sale ni como una boa ni con hambre. Esta opción es la que vamos a ver en esta entrada, sin más dilación:

Empezamos con los aperitivos: el primero es una esferificación de aceituna, una idea que surgió en El Bulli y que varios cocineros han adaptado. Uno ve una oliva normal, pero al llevársela a la boca descubre que es una gelatina rellena de aceite y salmuera que explota al morderla. Mola mucho.
 
 
Navaja, cebolla roja, cilantro, ponzu y aire de lima. Acompañada de algas variadas. Os recuerdo que ponzu es una salsa japonesa con una base cítrica, muy utilizada en su país de origen.
 


Carpaccio de carabinero: con mayonesa de jengibre, maracuyá (que destaca claramente) y crema de apio y manzana. Como los anteriores, es un solo bocadito, pero el tiempo de elaboración de todas las entradas es bastante elevado: tenedlo en cuenta cuando os los vayáis a comer para disfrutarlos con calma.


El último de los aperitivos es un cappuccino de lentejas con espuma de Boletus. Se remueve con una cucharita como si de un café se tratase. Mi recomendación: no dejéis de hacer barquitos con el pan.


El primero de los entrantes es un plato a base de colmenilla, chipirón, crema de ibéricos y ajada. Tal vez el único pero de toda la cena: las setas tenían arenilla. Una pena, porque estaban, por lo demás, muy ricas.


Si coméis carne y no tenéis problemas morales con el foie (un servidor no cumple ninguno de estos requisitos), aquí tenéis un precioso foie mi-cuit sobre empanada de pera y queso San Simón caramelizado.


El primer plato principal: corvina, salsa de callos, alcachofas y pan romescu. El pescado va cubierto con un crocanti de pipas de calabaza.


Si no coméis carne, este será el segundo plato principal: bacalao al pil-pil de ponzu con rayaduras de lima y naranja. El bacalao estaba muy bien desalado y tenía la consistencia adecuada.


Si elegís la opción cárnica, esto es lo que os ofrecen: lingote de cochinillo bañado con salsa hoisin. Esta salsa es china; espesa y agridulce, con un punto picante: es la típica del pato laqueado.


El prepostre es una esferificación de melocotón que enlaza con el primero de los aperitivos. Lo maridan con vino de Sauternes, que le va muy bien. La hojita de hierbabuena aporta una nota de frescor muy agradable.


El postre es un brownie con sopa de vainilla, helado de almendra y trufa negra. La salsa que baña el helado es de cacahuete. Pese a ser muy calórico, no es nada pesado.


Surtido de petits fours para acompañar el café: torrijitas, trufas con sal y bizcochito de fruta blanca.


El café es de gran calidad, afortunadamente (ya sabéis que le doy mucha importancia). En este caso está elaborado por una máquina La Cimbali M29.


En resumen: un restaurante muy agradable que tiene precios muy ajustados (para ostentar una estrella Michelin) y que os recomiendo visitar. El servicio es muy esmerado y atento, las mesas son amplias, la iluminación muy acertada, la carta de vinos correcta y los platos variados, originales y sabrosos. Muy majo.



Lúa
Jefe de cocina: Manuel Domínguez
Eduardo Dato 5, 28010, Madrid
+34 913 952 853
http://restaurantelua.com/
Menú gastronómico: 65 € (incluye agua) / Menú maridado: 90 €








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