Las latas de bebida (de cualquier bebida, aunque las que vamos a usar aquí como ejemplo son de cerveza) se pueden emplear como recipientes para guardar cosas de forma muy simple: uno va, corta la parte superior con unas tijeras fuertes (como las de pescado) o unas cizallas, lava el interior y listo. Esta es la forma más sencilla y el resultado es algo así:
Tres yonkilatas de San Miguel usadas como contenedores de pinceles y brochas.
Sí, lo del fondo es una rueca, como en La bella durmiente.
Esta forma de apañarse los botes tiene la ventaja de ser rápida y cómoda, pero el inconveniente de tener poca estabilidad.
Un truco que se puede emplear es buscar por casa tornillos, tuercas, pernos, tiradores o cualesquiera otras cosas de metal que pesen lo suyo y que no vayamos a utilizar jamás (no es raro que uno desarme un mueble y se quede con piezas pensando ilusamente que alguna vez servirán): se coge un puñadito, se echan al fondo del bote y, a continuación, se bañan con pegamento de doble componente, tipo epoxi, y se espera unas horas.
Una imagen vale más que mil palabras: vista cenital de mi lata de lápices. En el fondo hay tornillos grandotes y un par de tiradores de cajones. Todo está pegadísimo, le podéis dar la vuelta a la lata o agitarla que ahí no se mueve nada.
El resultado es una especie de tentetieso que no se cae por mucho golpe que reciba, una ventaja cuando se le va a dar mucho uso (por ejemplo si contiene los bolígrafos y lápices de uso diario). Aquí tenéis el mismo bote de la foto anterior en uso:
En este caso una lata bonita: de la IPA noruega AEgir.
Da igual cuánto sobresalgan los lápices, no se vuelca nunca.
En esta entrada hemos visto cómo emplear los botes a modo de contenedores, algo bastante sencillo. Se pueden hacer más cosas, pero eso lo veremos en futuras entradas, no seamos ansiosos. Hasta entonces,
Besos y abrazos a todos.
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