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martes, 29 de agosto de 2017

Châtenay Œil-de-perdrix 2016 (con una explicación teórica sobre el Œil-de-perdrix)

Œil-de-perdrix, así, de sopetón, significa "ojo de perdiz". Ah, pues muy bien, ¿y qué?

Vale, vale, no nos vengamos arriba tan pronto. Resulta que las perdices tienen un color particular en el ojo, o más bien alrededor del mismo cuando el pobre bicho agoniza (algo en lo que solo repararía un cazador de las mismas) y, por comparación, se dice que ciertos rosados (estos de los que hablaremos) lo tienen, lo comparten.

Valiendo. Estamos en Suiza, que llevamos una temporada por allí (a ver si me agradecéis los esfuerzos viajeros, que parezco Willy Fog). El vino más famoso de Suiza, digo yo, es precisamente el Œil-de-perdrix.

A ver, la cuestión se remonta al año catapún, allá por el Medievo, y se extendía al norte de Francia y no solo a la parte francófona de Suiza. Pero, andando el tiempo, la historieta se fue relegando al cantón helvético de Neuchâtel. ¿Y cuál es la historieta, oh, sumiller sabio y fecundo en ardides cual Ulises?

Pues un rosadito de primera prensa de la variedad pinot noir, ni más ni menos. Se le queda un color asalmonado ("ojo de perdiz", sea eso lo que sea). Pero, ¡un momento! De paseo por el Museo de historia natural de Ginebra me encontré con esta pobre perdiz suiza disecada, así que veamos su ojo:

Anda que no hay que hilar fino para comparar el color del vino con el del ojo de mi pobre avecilla. En fin. Tremendo diorama, por cierto.


Bueno, pues el caso es que nuestro vino, como os decía, fue relegado poco a poco a Neuchâtel. De ahí lo exportaban a los cantones germanoparlantes, y tal y pascual. Pero, héteme tú aquí, andando el tiempo el vino empezó a petarlo, y más de uno se quiso subir al carro.

A lo tonto mondongo los de Valais decían que era suyo (mi admirado Mauricio Wiesenthal lo sostiene), también los de Ginebra, los de Vaud... hasta los de California, si me apuráis. En Suiza casi cualquier francófono puede elaborar vino con la AOC Œil-de-perdrix, así que resulta interesante buscar uno, como el que hoy os traigo, que tenga, en su lugar, la AOC Neuchâtel, mucho más restrictiva. Seguirá diciendo que es Œil-de-perdrix, seguirá elaborado solo con pinot noir, seguirá siendo delicado y versátil... y, además, original. Y caro, que Suiza es muy cara.

Estamos ante un rosado sutil, y como os acabo de decir, muy versátil: marida con casi todo. Es un vino que aguanta muy bien la comida entera, desde los aperitivos hasta los postres, incluso si tenemos platos picantes o muy especiados. Un todo-terreno que, por su misma naturaleza, no lo va a dar todo si lo bebemos solo (os estoy diciendo que es sutil y delicado, hacedme caso, caramba).

Venga, al turrón:

Châtenay Œil-de-perdrix 2016
Caves Châtenay-Bouvier SA
AOC Neuchâtel
13%
Catado el 28 de agosto de 2017.
  • Efectivamente, el color es asalmonado, eso que llaman "ojo de perdiz", signifique lo que signifique (y lo dice un zoólogo, aunque nunca un cazador). Capa muy abierta y cierta burbuja visible (carbónico remanente). El color es, desde luego, muy peculiar.
  • Intensidad aromática media-baja: pastelito Pantera Rosa (un clásico en los vinos rosados: ya sabéis que es una mezcla de fresa, nata y bollería); hibisco, naranja dulce, pimienta rosa.
  • Efervescente en el ataque (ya lo decía la fase visual); al momento da lugar a un paso ligero que, curiosamente, tiene buena oleosidad y recubre la boca, aunque se vaya rápidamente. Mola. Taninos reducidos, pero presentes. Persistencia media. Muy curioso.
Atentos a la capa, que es para quedarse atónito. Venga, ya sabemos que ese color se llama "ojo de perdiz". Toma. Y os he puesto un folio detrás para que podáis verla bien. Cómo soy.
¿Y cómo se llama la criatura? Pues 40 CHF, esto es, 35 lereles. A ver si encontráis un rosado más caro, que yo no (champán aparte).

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