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miércoles, 15 de agosto de 2018

Bobeline blonde

La población de Spa, en Valonia (Bélgica), tiene unas termas celebérrimas que han terminado haciendo del nombre de la localidad un sinónimo de "balneario". Además embotellan agua mineral bajo el mismo nombre, y hay un circuito de Fórmula 1 en el municipio vecino de Francorchamps que también lleva el nombre de Spa. Un montón de cosas.

Spa al atardecer desde el funicular que sube a las termas: por supuesto, visita harto recomendable.


Dentro de este montón de cosas, hay que incluir otra: el casino (en funcionamiento) más antiguo del mundo. En este casino, además de ganar la cifra astronómica de siete lereles (eh, no palmé pasta), pude probar la cerveza que hoy os traigo, que responde al nombre completo de Bobeline, la bière de Spa.

Un detalle de los techos del casino. La verdad es que el edificio es un rato chulo.
Bajo estos techos se estaban jugando los campeonatos europeos de póker, por cierto, mientras un servidor cataba la birra.


Spa no tenía ninguna cerveza local (cosa rara en Bélgica, donde casi cada pueblo tiene al menos una) hasta que, en 1991, un propio llamado Didier Dumalin se lio la manta a la cabeza y decidió lanzar esta. Utilizó iconografía modernista, un tanto en la línea de los techos del casino que acabáis de ver.
 
El nombre elegido, Bobeline, es el femenino de bobelin, que es como los nativos de Spa llamaban antaño a los foráneos que iban allí para tomar las aguas (venía a significar "guiri" en la jerga local).

Hasta 2006 solo estuvo la que hoy catamos; actualmente hay unas cuantas más: una negra, una de fresa, una navideña y una pilsener, nada menos. Pero empezamos por la que dio origen al resto.

Bobeline blonde. Ale belga. 8,5%
Catada el 9 de agosto de 2018 en el casino de Spa.
  • Dorado oscuro, intenso y limpio, con crema nívea muy duradera.
  • Intensidad aromática media: melocotón, mirabel, flores blancas.
  • Carbónico conspicuo. Seca, con poco cuerpo pero final duradero de amargor medio. Sencilla y rica.
Por si os quedaban dudas de que la había catado en el propio casino, donde la sirven en su propia copa, como no podía dejar de ser en Bélgica.



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