¡Feliz 2022!
Para empezar el año, una rareza.
Los de Romate, en Jerez, tienen en sus bodegas numerosas botas de oloroso dispuestas, como es habitual en la DO, en solera y criaderas sobre suelo albarizo; con esto no os descubro nada nuevo. Cuando de la solera se saca para embotellar, la merma se rellena con vino de la primera criadera, esta con vino de la segunda, etc., hasta llegar a la fila superior, que se rellena con vino nuevo, de la cosecha de ese año. Con esto tampoco os descubro nada nuevo.
Lo que sí es novedoso es que, tiempo atrás y por la razón que fuera, apartaron cinco botas de la solera y las dejaron en otro sitio, hasta que se olvidaron. Botas que no tuvieron sacas, que no fueron rellenadas, y que estuvieron criando estáticamente durante mogollón de tiempo (calculan que más de 30 años) hasta que, ahora, las han encontrado. Y de ahí el nombre del vino.
Son esas cinco y punto; cuando se acaben se acabaron. Empezaron siendo una distribución exclusiva para The Wine Society, en el Reino Unido, pero se pueden encontrar en otros lugares, siempre en botellitas de 3/8 con una etiqueta en la que aparece una imagen antigua, sacada de los archivos de la propia casa.
- Topacio cobrizo con mucha lágrima.
- Intensidad aromática altísima: frutos secos (nueces, anacardos), empireumáticos (vinilo), hierbas aromáticas (genciana, ajenjo (así que puede evocar vermú))...
- Ataque seco y pungente. Paso salino, no muy gordo, con mucho umami. Final larguísimo, sin apenas tanino, con nuevas notas de frutos secos y otras de salazón. Francamente bueno.
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