Los de BBP (Brussels Beer Project) dicen que se han inspirado en el pan fermentado mesopotámico, de hace 7000 años, para elaborar esta IPA a la antigua (esto es, no como las IPAs norteamericanas ultra-lupuladas sino como las bitters inglesas que nadie llama ya IPAs pero son las que se llamaron así primero).
El caso es que el origen de las bebidas alcohólicas fermentadas, ancestrales ellas, sí tiene pinta de haber sido chiripa pura, serendipity, feliz accidente: se te pasa un alimento o una bebida y el resultado va y te da el puntillo. Así que te pones a trabajar para mejorar la receta. ¿Se te fermenta el pan que se te cayó al agua y no te diste cuenta? Cerveza. ¿El mosto? Vino. ¿El arroz ese que se empapó? Sake. ¿El zumo de manzana? Sidra. ¿La miel, que parece indestructible pero con agua y suerte va y fermenta? Hidromiel. Etc. Algunos frutos, como los madroños, hasta fermentan en la rama y te pueden emborrachar solo con comerlos pasados.
Bueno volvamos a la birra, que no deja de ser una bitter más, por mucho cuento que le echen:
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