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miércoles, 20 de marzo de 2024

Lhardy

Allá por 1839, en Madrid, abre Emilio Huguenin, alias E. Lhardy, su restaurante en la carrera de San Jerónimo, a dos pasos de la Puerta del Sol, tras su experiencia en París y Burdeos, y coincidiendo con que el Rey Felón había palmado unos años antes (porque con el Indeseable cualquier recuerdo afrancesado era sospechoso).

La fachada. El acceso central lleva a la tienda y barra; si vais al restaurante es la puerta de la derecha.

 
La tienda-barra mencionada. Hasta los topes.
 

Primer restaurante del país con precios fijos, cuentas por escrito, mesas separadas... La hija del Felón, Isabel II, era asidua, y pedía reservado, donde cuenta la historia que perdió el corsé. Dice también el cuento que el segundo teléfono del país fue el que se instaló aquí (vaya usted a saber) y que todavía sigue, mirad:

Lhardy tiene mucho de museo, no solo de restaurante.


Si uno entra por la puerta central de la fachada se encontrará en la tienda de ultramarinos con barra para tapear; los salones están en la primera planta y se entra por una puerta lateral inconspicua, como os decía en la primera foto.

En la tienda, preciosa y con una caja registradora añeja, se pueden comprar para llevar varios de los platos estrella: el solomillo wellington, las croquetas o, muy especialmente, el consomé. Hay varios restaurantes en Madrid que se disputan elaborar el mejor cocido de la capital; pero hay unanimidad en que el mejor consomé es el de Lhardy. Y por eso, cuando uno se sienta a la mesa, lo primero que le ponen, por cuenta de la casa, es un vasito del mismo.

Consomé de cocido Lhardy. Mítico. Os diré una cosa: habiendo dejado por completo la sal, la última vez me pareció salado. Pero es cierto que no le echo sal a nada, ni al tomate ni al huevo ni a las patatas.



Ensaladilla de quisquillas: como ya sabéis, allá donde la tengan, he de probar la ensaladilla. En este caso con quisquilla cruda, pelada y punto.


Bouchots a la marinera, pequeños, prietos y sabrosos. Salsa ideal para hacer barquitos, plato español por antonomasia (los barquitos, no los bouchots). Ya hemos tomado estos mejilloncitos antes, como bien recordáis.



Oh, oh, oh: Boletus edulis y yema de huevo. ¿Un revuelto de setas? No, hijos, no. El boleto es fresco y de temporada (así que fuera de otoño no lo pidáis) y solo se usa alguna que otra yema (cero clara) para ligar. La foto habla por sí sola. Riquérrimo.
 
 
Si coméis carnaca, aquí tenéis un pato canetón de Las Landas asado a la naranja, receta centenaria del restaurante. Trinchado y preparado delante del comensal. Podéis ver bien que la vajilla es propia de la casa.


Empezamos con los postres. Si, como un servidor, sois afines al postre salado, estáis de enhorabuena: el carro de quesos es de los mejores de España. Muchos de ellos afinados solo para ellos.


Uno de los escasos restaurantes que todavía sirve un clásico postre de antaño: soufflé Lhardy al canto. Flambeado al momento delante del comensal. Reparad en la maravilla de vino que llevamos al descorche, que se ve en la foto.


El café permite salvar los muebles: correcto (sin echar las campanas al vuelo, no nos flipemos) y con unos mignardises también correctos (y punto pelota, insisto en que no nos flipemos).
Y es que el café es el gran problema gastronómico de Madrid: nefasto, salvo honrosísimas excepciones (que reseñamos periódicamente por aquí).



Lhardy
Jefe de cocina: Ricardo Quintana
Carrera de San Jerónimo 8, 28014, Madrid
+34 915 213 385
https://lhardy.com
Precio medio: 100 €

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