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sábado, 14 de junio de 2014

Black Velvet

¡Ta·chán! Ha llegado el día en que hablamos simultáneamente, respecto de lo mismo, de cerveza y de vino.

¿Cómo es eso posible? Pues porque os voy a hablar del Black Velvet, un cóctel fabuloso que ha vivido días mejores (hoy cuesta que sepan siquiera lo que es, incluso en coctelerías especializadas) pero que sigue siendo riquísimo.

Black Velvet ("terciopelo negro" en inglés) es, según John Doxat en su Booth's Handbook of Cocktails & Mixed Drinks, libro genial del que os hablaré con más calma en otro momento, un cóctel formidable contra la resaca, como aperitivo u, ojo al parche, el mejor maridaje posible con ostras. Lo cual es decir mucho, y este Doxat sabía lo que se hacía.

Y hablando de hacer: ¿cómo se hace un Black Velvet? Es bastante simple, aunque tiene su truco. Remitiéndome nuevamente al libro antes mencionado, es mitad Guinness, mitad champán bien frío. El cóctel se hace con Guinness, no con otra stout, pero el espumoso, siempre que sea seco (es decir, brut, extra brut o brut nature) y de calidad, puede ser cualquiera. Yo lo suelo elaborar con Anna de Codorníu, un cava con una relación calidad/precio difícil de batir. Es importante que el espumoso sea uno que nos guste bebido solo, en caso contrario el Black Velvet no estará bueno.

"Vale, señor sumiller, ya nos has dicho con qué se hace, pero no cómo", os escucho comentar acertadamente. Vamos a ver, os digo mi truco particular, para dos personas (es el aperitivo favorito de mi tío y mío, en este caso): dos botellitas tamaño benjamín de cava y una lata de Guinness de una pinta. La ventaja de estas latas es que traen un dispositivo (creo que el término técnico es pirulo, aunque en inglés dicen widget) que permite generar crema casi como si la cerveza la estuviesen tirando en un pub de Dublín, algo que vendrá muy bien.


Primero servid el espumoso en un vaso de pinta. Si sirvieseis primero la cerveza os terminaría saliendo muchísima espuma pegajosa, y no queremos eso. En la imagen veis los vasos de pinta con el benjamín ya servido (uno en cada una) y la lata de la que os hablaba, la del pirulo en el interior para hacer crema.

Tras este paso, servid con cuidadito la cerveza sobre el espumoso, dejando que la crema suba -si lo hacéis bien- hasta el mismísimo borde. Tal que así:


Podéis comprobar que la capa es más abierta que en el caso de la cerveza sola, pero no mucho más; también que la crema es más abundante. El resultado es un aperitivo delicioso, muy fresco y revitalizante, con mayor acidez que la cerveza sola y más alimenticio que el espumoso solo. Acompaña de maravilla no solo ostras, como bien decía Doxat, sino mejillones, boquerones, sardinas, calamares a la romana e, incluso, almejas a la marinera. Es decir, frutti di mare a tutiplén.

Por cierto, el origen de este cóctel se encuentra en el Brooks's Club de Londres allá por el año 1861. Se dice que se creó para llorar la muerte del Príncipe Alberto, consorte de la Reina Victoria (acaecida el 14 de diciembre de ese año); el color y el nombre simbolizan la banda llevada en el brazo por los hombres de luto. Interesante origen; no sé qué tendrá de cierto, pero interesante es.

El Black Velvet es un cóctel al que hay que acostumbrarse; puede que no os apasione a la primera (a mis primos no les atrae en absoluto), pero a quien le guste habrá encontrado un amigo para toda la vida.


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