Yo lo maridé en Poncelet (Madrid) con un Fourme d'Ambert, un queso arverno de tierras volcánicas, y la combinación resultaba deliciosa: un trocito de queso y, mientras lo tenemos en la boca, un sorbito de vino, y a masticar todo junto con calma y detenimiento. La sinergia entre ambos productos es alucinante, y tenemos un resultado final que es más que la suma de las partes (así que podemos concluir que el buen maridaje es una propiedad emergente).
Taylor's 10 Year Old Tawny
Taylor, Fladgate & Yeatman
DOC Porto
20%
Catado el 3 de junio de 2015.
- Rubí cubierto y algo opaco con ribete cardenalicio. El rubí es más propio de los oportos jóvenes (que se llaman ruby, precisamente), pero este tawny de 10 (e incluso el de 20 años) lo mantienen bastante. Tawny significa "leonado", pero ese color no termina de aparecer. Será que se conservan jóvenes pese a su edad.
- Notas de fruta roja licorosa predominantes: arándano rojo, grosella roja, fresa deshidratada. Un punto de chocolate.
- Abocado, potente y graso. Una nota salina que lo hace maridar muy bien con quesos azules, como os decía más arriba. Persistencia elevada. Muy majete.
En primer plano, el Fourme d'Ambert.
Podéis observar por vosotros mismos lo que comentaba antes del color.
Por cierto, la botella de este vino está algo por debajo de los cuarenta pavos. Tened en cuenta que es un vino de postre, que se toma en pequeñas cantidades, y que dura mucho después de abierto.
Nota a 7 de septiembre de 2020: ha pasado un lustro y he vuelto a catar este vino, en este caso en su país de origen, también de sobremesa pero sin maridaje alguno (el oporto era el postre). Catas independientes, por supuesto, así podemos comparar.
Catado el 26 de agosto de 2020 en la Pousada de Estremoz (2ª cata):
- Cereza cubierto y limpio, opaco, con ribete granate.
- Intensidad aromática elevada: grosella roja, fresa, cereza. Tabaco, bayas de goji, pasas.
- Suave, dulzón, con buena potencia. Paso umami y de frescor medio. Final ligeramente tánico, largo, con nuevas notas de frutos rojos. Rico.
Fotografiado (y catado) en el patio de armas del castillo de Estremoz, reconvertido en Pousada.
Comparando ambas catas vemos, en primer lugar, que la cata nocturna de la segunda vez tiene el efecto, nada sorprendente, de hacer que me parezca más oscuro el vino (de rubí a cereza). El punto ligeramente opaco es característico.
La fase olfativa es muy constante, con la fruta roja en primer plano y las frutillas deshidratadas en segundo, y un punto terciario siempre ahí. En cuanto a la gustativa, tres cuartos de lo mismo: algo dulzón, netamente potente, muy persistente y, en el paso, esa nota que antaño me pareció más salina (seguramente por el queso) y hogaño más umami. Y siempre agradable.
En general no me gustan los vinos dulces, pero eso de maridarlos con queso azul me ha llamado la atención
ResponderEliminar