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sábado, 20 de julio de 2019

Kasteel 7

Sé que llevamos tres birras seguidas, no se me quejen los enófilos: durante mi periplo anual por el Benelux me he esforzado por catar también vinos, pero hay que reconocer que 1) Bélgica es la tierra de la cerveza por antonomasia, 2) hemos parado mucho en Kulminator, templo cervecero por excelencia, y 3) muy a nuestro pesar, este año no hemos puesto pie en Luxemburgo, que sí es tierra de vinos blancos. Sirva todo esto de justificación, si no de disculpa, para los amantes del vino. En breve, nuevas entradas desde el mundo de la uva.

Empecemos ahora con la entrada en sí, que es de lo más especial que hemos catado nunca en Bebercio, y eso es mucho decir.

¿Por qué? Porque lo que os traigo no existe, ni ha existido nunca. "¿Mande?" os escucho gritar azorados. Dejad que me explique.

De Kasteel, hasta la fecha, solo hemos catado su Donker, una excelente y muy potente cerveza oscura (donker) que no termina de ser una cuádruple pero se aleja de stouts y porters, y que tiene nada menos que 11 grados.

A lo largo de los años, Brouwerij Van Honsebrouck ha sacado al mercado una decena de Kasteels, más o menos. Pero, antes de sacarlas, hace una serie de pruebas a ver qué aceptación tiene o deja de tener la birra en cuestión. Pues resulta que, en 2003, quiso sacar una llamada Kasteel 7 (por los 7 grados que tenía, igual que la antes mencionada tiene 11). Y para ello se puso en contacto con gente excelsa del mundo de la birra, como Leen y Dirk, el matrimonio artífice de Kulminator.

La cerveza no salió adelante, pero algunas botellas, sin etiqueta ni comercialización real, se quedaron en dicho local amberino. Y allí, dieciséis años después, fue a catarla un servidor por sugerencia de Leen. Y hoy os la traigo para que la compartamos, que os lo merecéis. Por cierto, aunque nunca tuvo etiqueta que valga, si le llegaron a hacer una copa, que veréis más abajo, en la instantánea. Sorpresas te da la vida.

Kasteel 7. Ale belga no comercializada. 7%
Catada el 28 de junio de 2019 en Kulminator.
  • De color pardo turbio, con irisaciones verdosas y crema blanquecina muy duradera. Curioso, todavía mantiene carbónico y las burbujas son visibles.
  • Intensidad aromática muy elevada: galleta, canela, caramelo, butterscotch, toffee, pimienta blanca... Todo esto es bueno, y seguramente si la hubiera catado con ocho y no con dieciséis años hubiera sido lo único que os contaría. Pero el tiempo no pasa en balde, y hay otros aromas menos agradables y que denotan ajamiento: cartón húmedo, aloe, galleta campurriana reblandecida, pan empapado...
  • Ataque suave y, pese a la fase visual, carbónico bajo. Densa, con paso lento y exageradamente acídico (no es demasiado desagradable, pero vuelve a decirnos que el mejor momento de la birra pasó años atrás). No muy seca, con buenos metal y umami. Final con muy escaso amargor y persistencia media. Claramente ha pasado su mejor momento, pero sigue siendo interesante.



















Dos fotos y no solo una, aunque no sean de gran calidad. En ambas podéis ver lo que os decía de la copa, y la añada y nombre de la birra escritas a mano en el cuello de la botella. Ah, y la luz es natural.
La del mantel amarillo es la terraza interior de Kulminator; la del rincón con las velas es un secreto dentro de dicha cervecería: en la terraza, al fondo del todo, oculto a los legos, hay un pequeño espacio para fumadores que no tiene desperdicio. Allá fuimos mi padre y yo a que él fumase su pipa y yo catara esta rareza; por eso la birra ya está mediada.




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