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viernes, 19 de julio de 2019

Westvleteren 8 (tras 8 años en cava)

Hemos probado la Westvleteren 8 en varias fases: tal cual sale a la venta en la abadía de San Sixto, con un año de guarda y con dos años de guarda, y hemos constatado que gana muchísimo con la espera, tanto que pasa de ser una buena cerveza a ser una de las mejores del mundo.

La guarda la lleve a cabo yo mismo: fui a Westvleteren, hice la cola y compré un six-pack de este birrote; lo traje de vuelta y tuve la paciencia necesaria para esperar primero un año y, luego, otro. No obstante, y como bien sabéis, hay quien puede llevar a cabo esa espera por nosotros: estoy hablando de la magnífica cervecería Kulminator, en Amberes, que nos gusta mucho en Bebercio.

Cuando estuvimos mi padre y yo por allí a finales del mes pasado, nos acercamos cada noche a probar maravillas que compartir con todos vosotros, y pregunté si tenían alguna Westvleteren 8 con varios años a sus espaldas. Y la respuesta es la entrada de hoy: nada menos que ocho añitos.

Westvleteren 8. Cerveza trapense belga (con ocho años de envejecimiento). 8%
Catada el 27 de junio de 2019 en Kulminator.
  • Pardo muy oscuro y turbio, con alguna irisación verdosa. Crema leonada, no muy espesa pero sí duradera.
  • Intensidad aromática altísima: muchas especias golosas (vainilla, canela, nuez moscada) y no golosas (pimienta). Aloe vera, chocolate, licor, melocotón sobremaduro.
  • Muy suave, muy cremosa, aún con carbónico. La acidez es elevada, pero bien equilibrada por el grado alcohólico. Corpulenta, de paso lento y final muy largo, sin amargor, con notas especiadas por vía retronasal, donde también aparecen tabaco y humo. Tremenda.
Servida en su copa en la terraza de Kulminator. La chapa nos confirma la birra de la que se trata (os recuerdo que las Westvleteren originales no tienen etiqueta alguna fuera de la chapa). Si ampliáis veréis el año (2011) en el cuello de la botella.


Bien, llega la hora de establecer comparaciones con las versiones más jóvenes. Se ve la diferencia ya en la fase visual: el color hígado, tan particular de esta cerveza, ha cedido a un pardo en el que aparecen irisaciones verdosas: han pasado de rojizas a ocres y de ocres a verdosas. El sedimento, de forma lógica, ha ido aumentando con el tiempo.

El aroma solo crece con el tiempo: cuando es joven, la intensidad es baja; con los años sube pero, incluso con dos, no era exagerada. Ahora es altísima. Las frutas han desaparecido casi por completo; las especias, no obstante, no han dejado de incrementarse. El chocolate es una nota constante. El aloe, que antaño nunca estuvo y ahora sí, es una advertencia (agradable, que conste): empezamos el descenso.

En fase gustativa observamos algo que ya advertíamos: la levadura sigue fermentando azúcares en botella y, con los años, el alcohol se incrementa. Por otra parte, la acidez nunca deja de subir, y con los años se nota. Esto tiene un aspecto positivo (frescor) y otro potencialmente negativo (desequilibrio); afortunadamente el etanol equilibra, pero si esperamos más puede dejar de ocurrir, porque los azúcares que fermentar son necesariamente finitos.

La textura es siempre impresionante desde que se empieza a envejecer (no cuando es joven): suave, cremosa, con mucho cuerpo, paso lento y final muy duradero.

Claramente ha sobrepasado su mejor momento, pero sigue siendo mucho mejor que la versión joven. Intentaré probarla con un lustro: creo que va a ser el momento óptimo. Una cosa queda clarísima: es una cerveza de guarda. Con menos de un año solo es correcta, a partir de ahí se vuelve deliciosa y aguanta perfectamente esperas muy prolongadas.

Por cierto: con esta entrada tan especial hemos llegado a las 200 bajo la etiqueta "Bélgica".

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