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martes, 20 de agosto de 2019

Toro de Ronda moscatel (con más de cuatro décadas)

El Toro de Ronda es una tortura tradicional de las fiestas populares de Cariñena, en Zaragoza, que nada tiene que ver con la ciudad malagueña del mismo nombre. Consiste en subyugar un toro de lidia para después embolarlo con dos antorchas, soltarlo en la plaza del pueblo y que los mozos lo recorten, apaleen, pinchen y maltraten para solaz de la muchedumbre. Tras una noche de tradición, al día siguiente (siempre que llegue vivo) se le da muerte festiva en la capea. La fiesta está declarada de interés turístico en Aragón.

Conmemorando esta tradición tan arraigada, las bodegas Morte, cariñenenses ellas, llevan desde los años 60 del pasado siglo sacando al mercado una gama de vinos epónima: Toro de Ronda. Los hay tintos, rosados y blancos. En la etiqueta se ve el toro embolado, para no confundirnos. El que hoy probamos es un moscatel, esto es, uva blanca, vinificado como vino de licor y con tantos años que ya es pardo negruzco.

Y es que se trata de una botella de los años 70 que tuve ocasión de catar en La Lobita, cuya bodega abunda en vino viejo, para alegría de un servidor. En la botella no aparecen ni grado ni añada. He llamado a la propia bodega y me han aclarado el grado (15%); que sale sin añada y también que, pese a estar en Cariñena, no se acogen a la DO porque la bodega (no los viñedos) está fuera de sus límites. Vino de mesa, por tanto.

Toro de Ronda moscatel (con más de cuatro décadas)
Bodegas Morte
Vino de mesa
15%
Catado el 17 de agosto de 2019.
  • El color es pardo brillante y oscuro, con ribete topacio. Da un primer golpe a la vista como entre refresco de cola y caramelo líquido, para que os hagáis una idea.
  • En nariz es el vino más parecido a un vermú que he tomado en mi vida. Hay genciana, claro, y ajenjo, y algo de pasas... En cata a ciegas diría que es un vermú, fijo. Os recuerdo que es vino viejo; esta misma referencia con menos décadas será, necesariamente, distinta.
  • En boca es todavía muy dulzón, vivo, pungente, con paso aún oleoso. Final sin tanicidad, muy largo.
 Qué bien ha envejecido.


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