Conste que según los cánones actuales del idioma galo, habría que escribir maraichère y no maraîchère, es decir, sin el circunflejo sobre la I, pero uno es muy bien mandado y si ellos lo ponen, a ponerlo.
¿Y eso qué significa? "La bella hortelana", ni más ni menos. ¿Y qué es? Un restaurante muy chiquito sito junto a la iglesia de Santa Catalina, en la capital belga (y europea).
La iglesia de Sainte-Catherine, que da nombre a la plaza desde la que tomé la foto para vosotros.
La place Sainte-Catherine está pegada a unos muelles, ya desaparecidos, del canal de Willebroeck, que une Bruselas con Amberes y, así, le da salida al mar a través del río Escalda. Por influencia de aquella proximidad, la plaza se llenó de restaurantes especializados en fruits de mer, y ahí siguen a día de hoy; entre ellos este en el que hoy recalamos. ¿Por qué, entonces, "la bella hortelana" y no "las bellas pescadora y mariscadora"? No tengo ni idea.
En la plaza, el edificio que alberga, en la planta baja, nuestro restaurante.
El restaurante es de verdad un negocio de familia: Serge Devreker, jefe de cocina, es uno de los escasos Mastercooks del país (la distinción no tiene nada que ver con concursos televisivos, no nos confundamos) y su padre, Freddy, jefe de sala, recibe a los comensales y se desvive por ayudar pese a su provecta edad.
El interior del restaurante. Como os decía, es muy chiquito: la puerta del fondo da a la cocina; detrás de la mesa desde la que se tomó la foto está la puerta de la calle. Luz baja, bajo-manteles, mucha madera... destila gusto clásico. Esto se refleja en los comensales: es difícil ver alguno que no se haya jubilado ya.
Bien, vamos a ver qué se puede comer aquí. Como os decía, pescados y mariscos brillan con especial fulgor, pero hay de todo en el menú. A propósito, un detalle que me gustó, en el apartado de la bebida, es que sirven Orval envejecida más de un año (como ya sabéis, mejora mucho con la guarda). Un detallazo.
Como aperitivo, un clásico de la cocina belga y neerlandesa (y también alemana): crevette grise, esto es, camarón de la especie Crangon crangon. Se comen sin pelar, dejando la cabeza. Aparte de servirlos simplemente hervidos, hay otras formas: por ejemplo...
...la croquette aux crevettes grises, un croquetón casero relleno de estos decápodos (en este caso, y como podéis comprobar en la ensalada que acompaña, ya vienen pelados y descabezados). Para que veáis el relleno...
...os dejo esta foto, y os aclaro que ha sido, muy probablemente, la croqueta más rica que he tenido el placer de probar en mi vida (y soy un forofo). Después supe que se pueden encargar para llevar (todo un acierto), a 5 € la unidad (en sala cuestan el doble; baratas no son, pero sí deliciosas).
Con todos ustedes, damas y caballeros, la bisque de homard, la mejor crema de bogavante que haya proabado (y aquí no digo "probablemente", sino que afirmo categórico). ¿Os parece que estoy siendo muy hiperbólico? No es para menos. Consistente, sabrosa, redonda y claramente elaborada con mucho bogavante, no simplemente una cabeza por cada diez litros. Podéis ver los trozos del mismo, y se notaban los demás ingredientes: hasta el vino blanco empleado era de gran calidad. A propósito: también se puede comprar para llevar (sale a 24 €/l, en sala esta escudilla sale por 20).
Uno de los platos de pescado más clásicos de la gastronomía clásica francesa: sole meunière, lenguado entero, limpio, ligeramente enharinado y frito en mantequilla hasta adquirir ese color marrón claro.
Fuera de carta tenían una ensalada de mango; le pregunté a Freddy si me la podían transformar de entrante en prepostre, y este fue el resultado. Supongo que más allá de esta foto os costará ver el plato si vais por el restaurante (tampoco era plan de traer solo los clásicos, ¿no creéis?). Refrescante y solo ligeramente dulce.
Otro postre acídulo y refrescante: surtido de sorbetes de temporada (aquí tenéis limón, frambuesa y mango, muy clásicos). En realidad, este también se considera prepostre, pero ya sabéis que no somos de postres contundentes ni empalagosos. Tratándose de haut cuisine, es obvio que en la carta encontraréis todo tipo de repostería gala tradicional, si es lo que os apetece.
Y, como es habitual en Bélgica, el café es excelente y viene muy bien acompañado de petits fours.
La belle maraîchère
Jefe de cocina: Serge Devreker
Place Ste-Catherine / St-Katherinaplein 11, 1000, Bruselas
+32 025 129 759
https://www.labellemaraichere.com/fr/
Menú du marché: 47 € / Menú gastronomique: 72 €
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