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lunes, 19 de noviembre de 2018

Viña Real gran reserva 1944 (con 74 años de guarda)

El 6 de junio de 1944 se producía el desembarco de Normandía, más conocido como el Día D, que marcó el inicio de la liberación de la Francia ocupada por Hitler. Mientras tanto, en La Rioja, florecían las vides que darían la uva con la que se elaboraría el vino que hoy os traigo, abierto casi tres cuartos de siglo después.

Ya hemos catado un Viña Real gran reserva más viejo que este, el de 1939, por lo que sabemos del magnífico potencial que estos vinos tienen. Ya os adelanto que el de hoy no nos va a defraudar en absoluto, y que también ha envejecido magistralmente. Como aquel, la información de la etiqueta es muy escasa, y no sabemos el grado alcohólico, las uvas empleadas junto a la tempranillo o los tiempos de crianza, y solo concluimos que es un gran reserva por el color azul de la banda inferior (y por la longevidad).

¡Dos botellas! La que cataremos es la de la izquierda, la que tiene perfecta la etiqueta.
(No creo que la de la derecha tenga problema alguno pese a que la etiqueta esté algo estropeada, por cierto).


Ante vinos tan delicados y la perspectiva de que el corcho estuviera intratable tras 74 años, optamos por la misma opción que hace año y medio: llevar al descorche la botella a Raúl Miguel Revilla, sumiller del madrileño restaurante Zalacaín, para que la degollará con tenazas y sirviera el vino sin alterarlo, directamente desde los hombros de la botella.

Raúl aplicando las tenazas al rojo ante la atenta mirada de un compañero de trabajo. Si comparáis con las fotos de la añada del 39 comprobaréis cuánto ha cambiado la decoración de Zalacaín.


Viña Real gran reserva 1944
Compañía Vinícola del Norte de España (CVNE)
DOC Rioja
¿%? (seguramente 13 o 13,5)
Catado al descorche en Zalacaín el 16 de noviembre de 2018.
  • Granate desvaído, abierto y limpio (aunque hay posos en el fondo, no los perturbemos), con ribete anaranjado.
  • Intensidad aromática elevada: cuero limpio, rosas marchitas, Boletus edulis, témpera, cierta laca de uñas (lógica con tantos años; no es desagradable porque no protagoniza). También escaramujo, hojas secas, zarzamora, carne ahumada y un fondo de grano de café. Genial.
  • Suavísimo y sedosísimo. Acidez muy justa y fresca, algo sorprendente tras tantos años (lo normal sería que se hubiese disparado) y taninos todavía presentes (en este caso lo normal sería que hubieran decantado todos en forma de posos). Buenísimo umami. Final muy largo, con notas de bosque umbrío y metal. Formidable, a la altura de su hermano un lustro mayor. Pero qué bien envejecen estos vinos.
 Sin cuello, una vez degollado y servido.


Si comparáis con el del 39 comprobaréis que hay muchos puntos de contacto, y que el envejecimiento ha seguido los mismos derroteros: colores de evolución, intensidades aromáticas sorprendentemente elevadas, presencia de notas constantes, como cuero o café, aparte de las clásicas de un rioja viejo (como las rosas marchitas); en boca aguanta suave, con acidez justa, presencia de taninos pese a los años, buena salinidad y umami agradable. La persistencia es, en ambas añadas, llamativamente elevada. Vamos, que es alucinante.

Os recuerdo que no es un vino que se encuentre por ahí; y que de encontrarse, uno no sabría si la conservación ha sido, como en nuestras catas, óptima, y que el precio llegaría con facilidad a los 600 pavazos en restaurante. Todo esto lo convierte en una rareza que me alegro de haber catado y compartido con vosotros.

Gracias, una vez más, por vuestra atención. Espero que os haya interesado.


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