Tras el amontillado, catemos ahora el oloroso de la sanluqueña Hidalgo.
Os voy a contar, al hilo, una anécdota: la casa Hidalgo es la que suministra, a granel y sin etiqueta, el oloroso a La Venencia, un local formidable en pleno centro de Madrid al más puro estilo de los tabancos gaditanos: la cuenta se lleva con tiza en la barra, las botas de las que mana el generoso para rellenar catavinos o botellas están tras la misma, no se aceptan propinas y solo se sirve vino de Jerez.
Por lo visto era un favorito de Hemingway, que era un fiestero de mucho cuidado. Yo sé que me dejaban entrar con mi alter-ego canino y que alguna vez me han permitido tomar un par de fotos pese a que está terminantemente prohibido, como en los museos (que es lo que parece), por lo que les estoy muy agradecido. Si tenéis ocasión, pasaos por allí y tomad un jerez o una manzanilla.
Y para que veáis el vino in situ en este templo del generoso, aquí tenéis prueba fehaciente:
- Caoba rojizo, limpio, con ribete ocre.
- Intensidad aromática elevada: mucha nuez (como cabe esperar en los olorosos), anacardo, tabaco, salmuera.
- Muy seco en el ataque, con paso salino y umami. Delicado, no muy gordo, con final pungente y prolongado. Muy majo.
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