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sábado, 29 de febrero de 2020

Chimay grande réserve 2010 (tras 10 años en cava)

Feliz 29 de febrero, queridos lectores,

¡Pero si hoy no es ni miércoles ni domingo, qué haces publicando! Pues es que considero este día el más especial de todos, dado que solo ocurre una vez cada cuatro años, pero nadie lo celebra y me da penita. Hace años empecé a celebrarlo yo, y quiero seguir haciéndolo y, a ser posible, contagiándoos el gusto.

Para celebrarlo como se merece (por todo lo alto) no solo os traigo una entrada extra: os traigo una peaso entrada: una de las mejores birras del mundo, envejecida una década enterita.

No es la primera vez que catamos una cerveza de matrícula de honor con sus diez añitos a las espaldas: ahí tenemos la Orval, allá vemos la Rochefort 10, acullá la Pannepot. Todas ellas perfectas, y todas ellas catadas en Kulminator (Amberes). Pero esta vez la tradición va a variar un poco: donde aquellas eran botellas de tercio, esta va a ser de 3/4; en vez de estar tapada con chapa, lo va a estar con corcho y morrión; finalmente, en lugar de catarla en Kulminator, el recorrido va a ser algo más largo. Me explico.

En 2014 estuvimos, como de costumbre, mi señor padre y un servidor por Bélgica, y visitamos la abadía de Scourmont y el albergue de Poteaupré que, para quien no lo sepa, es donde los monjes elaboran y venden las cervezas y los quesos de Chimay.

 Mi mencionado progenitor, en un carro de época que se empleó para llevar cubas de cerveza, frente al albergue de Poteaupré. Si ampliáis y miráis con atención, veréis que señala con la siniestra la botella que sujeta con la diestra...

En el albergue (donde se afinan los quesos y se ubica el restaurante, además) hay una tiendita en la que, muy disciplinadamente, investigué estante por estante y botella por botella si se habían olvidado algún tesoro de antaño. ¿Sabéis qué? Que sí: una única botella de 2010 quedaba oculta, encima una edición limitada serigrafiada, no con la etiqueta habitual. Y me la vendieron al precio de las botellas normales y corrientes del año en curso.

He aquí la botella, en el mismo carro donde anteriormente habéis visto a mi padre. Podéis comprobar la serigrafía y la ausencia de etiqueta de papel de las que os hablaba antes. Y el corcho y el morrión.


Bien, todo esto in situ y en 2014. Es decir, la botella es de 2010 y hasta que llegamos nosotros duerme el sueño de los justos en el mismísimo Chimay. Entonces la compramos y nos la traemos de vuelta a España en la maleta (creedme, ni plástico de burbujas ni cajas ni nada: camisetas y calcetines envolviendo las botellas una a una y nunca se os romperán).

En España espera, siempre en cava, lo que le resta hasta cumplir la década, en las diversas casas en las que vuestro sumiller de cabecera ha vivido y, al llegar la fecha, realiza su último viaje hasta Alcalá de Henares, donde mora mi padre. Padre que, por decisión propia, es abstemio, como sabéis, pero que para esta ocasión decidió hacer una excepción y compartir esta botella historiada con su hijo.

La botella, posando en Madrid justo antes de salir a ser degustada, junto al mamut del Museo de Historia Natural londinense que sustituye a los elefantitos solo en ocasiones muy señaladas.


Vale, ya os he contado tooooda la historia que rodea esta botella (y he revelado partes mi intimidad gratuitamente, es lo que tienen los blogs a la que uno se descuida). Vayamos ahora a la cata en sí, que no tiene desperdicio. Por cierto, antes de empezar os recuerdo que esta misma cerveza, también en botella de 3/4 pero sin envejecer la hemos catado ya, en su añada de 2014. Así se puede comparar el efecto del paso del tiempo.

Chimay grande réserve 2010. Cerveza trapense belga refermentada en botella de 75 cl (con 10 años de envejecimiento). 9%
Catada el 11 de febrero de 2020.
  • De color hígado, capa cubierta y crema leonada muy efímera (cuando es joven la crema dura mucho).
  • Intensidad aromática media (cuando es joven es más alta): melaza, miel, algarroba, pruna, higo... también chocolate, incluso notas de whisky. Más sutil y más compleja que de joven.
  • Suave y con carbónico muy bajo (cuando era joven el carbónico era punzante; con los años desaparece). Dulzona, con paso muy lento en el que sí hay umami, pero ni sal ni amargor (con los años ha ganado dulzor y perdido el escaso amargor que de joven presentaba). Persistencia elevada en su sutileza. Enorme.
Servida en su propio cáliz en presencia de Takedown, el Autobot Micromaster, que tiene a bien servirme de llavero. Formidable.


Una maravilla de cerveza, que ha ganado muchísimo con la paciente espera (como hemos podido comprobar al comparar entre la joven y la envejecida), rodeada de anécdotas e historia personal, para celebrar con vosotros la fecha más extraña de cuantas hay en el calendario. A vuestra salud.





2 comentarios:

  1. Estoy contigo que no consideramos el dia 29/02 como especial, cuando sucede cada 4 años ... me lo apunto para la próxima vez celebrarlo y si es posible con una birra como esta.. por cierto, ¡como te pareces a tu padre!

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