Muy buenos días,
Tras varios años sin publicar una entrada sobre manualidades (aquí tenéis la última), parece que ya iba tocando, ¿verdad? Pues vamos a aprovechar y enlazamos con otro tema del que hemos hablado en Bebercio: la labelofilia o afición a coleccionar las etiquetas de lo que nos bebemos.
¿Cómo enlazar las etiquetas con las manualidades? Pues una forma que parece obvia es a través de la papiroflexia (u origami en su acepción nipona). Etiquetas hay de múltiples formas, y unas serán más válidas o versátiles que otras a la hora de hacer figuritas de papel tan solo doblando y cortando. La mayoría de figuras de origami surgen de un papel de calidad, perfectamente cuadrado, y con las caras de distinto color. Y miren ustedes por dónde, la litrona de Mahou clásica cumple perfectamente todas esas condiciones. Hay otras también, pero para esta entrada esa va a ser la elegida.
Veamos distintas posibilidades, pues; empezando con una de las figuras de papel que mayor raigambre tienen en España: la pajarita.
Fijaos en que las dos pajaritas que salen tras Birno son una el negativo
de la otra: es lo que mencionaba antes acerca del papel con caras de
diferente color.
Tanta raigambre tiene la pajarita en el país que el propio Unamuno esbozó unos apuntes para un tratado de cocotología, que es como decidió llamar a la ciencia que estudia las pajaritas de papel. ¿Dónde los esbozó? En el epílogo de Amor y pedagogía (1902, Henrich y Cª, Barcelona).
Esta minúscula pajarita (sobre el cubo, en la esquina derecha) fue realizada por el propio Unamuno, y se encuentra expuesta en el
Museo de miniaturas del profesor Max, en Brihuega (Guadalajara, España). Visita muy recomendable (al museo y a Brihuega entera).
Por cierto, otro ejemplo del amor español por la pajarita de papel viene del mundo del cómic, nada menos que de la mano del gran superhéroe español: Superlópez:
Los alienígenas (Jan, 1980. Bruguera, Barcelona).
Si la pajarita es la figura de papiroflexia por antonomasia en España, la grulla, u orizuru, lo es en Japón, donde se considera el gran clásico del origami. En la foto, delante de Loxa, tenéis cuatro tipos distintos de grullas de papel, más complicados según avanzamos hacia la derecha.
La canónica es la última de todas, pero podéis apreciar un problema que nos da el utilizar estas etiquetas en concreto: el tamaño. Al ser la etiqueta de Mahou clásica relativamente pequeña y gruesa, las figuras que requieran un gran número de dobleces pueden tender a deformarse. Claro, la pericia del artista también influye.
Hablaremos de esta figura con mayor detenimiento en futuras entradas, ya veréis. Da mucho de sí.
Aquí, presididos por Koch, tenemos un surtido variado de figuras de papel, para que veáis que el límite lo pone vuestra pericia e imaginación. De izquierda a derecha: loro, cigüeña, cisne, cocodrilo, gaviota, mono y foca.
Volvemos a encontrar el problema del número de dobleces y la definición de la figura, pero merece la pena probar con figuras más complejas, aunque terminen muy chiquitas, porque las hay fenomenales, mientras que las más simples son en ocasiones un tanto abstractas. Las más sencillas quedan vistosas con la parte coloreada; las más complejas pueden perder definición (sobre todo en la foto), por lo que es más aconsejable la parte blanca.
Y, por supuesto, no podía faltar...
¡Un elefantito de papel! Saludado por todos sus congéneres bebercieros.
Espero que os haya gustado la entrada tanto como a mí doblar todas las figuritas. Os animo a hacerlo vosotros mismos y a probar con diferentes etiquetas. O, si preferís figuras más complicadas, pasad a papeles de mayor tamaño y colores más homogéneos: Os dejo a continuación algunas opciones más, todas ellas realizadas por vuestro sumiller de cabecera, pero no ya en etiquetas:
De izquierda a derecha, todos en torno a Loxa y sus cabriolas: dragón alado rampante, carnosaurio (T. rex), dragón alado detenido, cocodrilo (este último en una elaboración bastante más complicada que el de más arriba).
Ya me contaréis qué tal os salen. Besos y abrazos a todos.
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