Ya hemos catado esta pequeña joya de la AOC Haspengouw, concretamente en su añada de 2014. Vuelve la mula al trigo, en este caso con la añada de 2018. Y es que nos gusta.
La vez anterior lo catamos con cuatro años de guarda; esta vez tan solo con dos. Resulta curioso hablar de "tan solo dos años de guarda" en un blanco, pero eso es porque la gente se acostumbra a blancos jóvenes para beber al momento, no porque no haya blancos, como este, con gran potencial de guarda. Catemos.
- Dorado pálido, limpio, con lágrima media.
- Intensidad aromática alta: pimienta blanca, vainilla, nuez moscada, leña, hierbas de tocador, caliza, limón seco, orejón, hueso de albaricoque... Jo, mogollón de cosas.
- Ataque seco, con paso vivo y de cuerpo medio. Final amargoso, incluso tánico, largo, con reminiscencias empireumáticas y de leña. Incluso con dos años menos de guarda está muy bien.
Comparemos ambas añadas, pues: la fase visual es prácticamente idéntica (dorado muy pálido, limpio). Si me apuráis, la fase olfativa también: se repiten la pimienta blanca, la leña, las hierbas de tocador... Es verdad que con la juventud retiene más fruta (albaricoque, limón) y que con la guarda gana terciarios (humo, turba), pero la identidad está muy clara.
Respecto a la fase gustativa, tres cuartos de lo mismo: siempre seco, vivo, con buen cuerpo y taninos evidentes (sobre todo para un blanco). Persistencia elevada y notas ahumadas por vía retronasal. Un gran blanco para beber sin prisa (no es un blanco fresquito para terracear).
No hay comentarios:
Publicar un comentario