Además de haber definido la moda actual de elaborar IPA con más lúpulo y malta (lo que se ha dado en llamar West Coast IPA), Pliny the Elder se ha convertido en uno de los santos griales del mundo cerevisiáfilo: esas cervezas perfectas pero muy difíciles de conseguir porque apenas tienen distribución: todos las conocen pero pocos han tenido la suerte de probarlas (algunos otros ejemplos de ese tipo de cerveza son Westvleteren 12 y 8 o Mikkeller Smaragd).
Esta birra es difícil de conseguir incluso en California (digo California, ni siquiera Estados Unidos, para que vayamos haciéndonos una composición de lugar), así que en el viejo continente es casi imposible. Yo he tenido la inmensa suerte de que mi amiga Ruth, californiana ella, me haya conseguido una botella; ayer la catamos mano a mano (y aquí os la traigo).
Pliny the Elder. IPA doble estadounidense. 8%
Catada el 20 de julio de 2018.
- Dorado pálido, limpio, con irisaciones verdosas. Crema blanquecina, espesa pero poco duradera.
- Intensidad aromática muy alta. Están todos los aromas que uno esperaría en este estilo, y todos ellos muy bien equilibrados y representados: fruta tropical (maracuyá y mango), fruta cítrica (cáscara de pomelo), conífera (acícula de pino), miel natural.
- Ataque suave y aterciopelado, con carbónico contenido, que da lugar a un paso muy, pero que muy robusto, con muchísimo cuerpo, muy bien equilibrado por la acidez perfecta. El final es amargo de veras, aunque la acidez vuelve a equilibrar la situación y hacerla maravillosa (el problema de otras cervezas de este estilo es que tanto amargor se carga el equilibrio y no resulta agradable, pero aquí todo está en su justa medida). Persistencia elevadísima, con un bosque entero de coníferas que se queda contigo horas y horas y hasta te acompaña la mañana del día siguiente para que seas feliz. Colosal.
En copa de balón, dentro de la casa que mi amiga tiene en Madrid, custodiada por Groundpounder, Autobot Micromaster, que también custodia mis llaves. Fabuloso.
En la etiqueta nos insisten mucho en que esta cerveza (este estilo) no envejece bien, esto es, que no estamos ante una cerveza de guarda (como sí es el caso de los otros griales mencionados más arriba, aquí os pongo un ejemplo de ello); es más, nos dicen que, si la guardamos, seguramente se venga abajo. Tienen el buen detalle de indicar en la etiqueta la fecha de embotellado: en nuestro caso, el 5 de julio de este año. Solo ha estado en botella 15 días, aunque ha viajado casi 10000 km en esas dos semanas.
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